Monday, May 17, 2010


!Feliz cumpleaños 133, Juanita!
Lo celebro mientras leo Las vidas de Arelys, la nueva novela de mi querido amigo José Lorenzo Fuentes

Belkis Cuza Malé

Hoy, 17 de mayo, estoy celebrando el cumpleaños de Juana Borrero, la poeta y pintora cubana a quien Rubén Dario y Julían del Casal dedicaran hermosos versos. Había nacido en 1877 y aunque sólo vivió 18 años y 10 meses (moriría el 9 de marzo de 1896), el ciclo de su vida se cerró dejándonos una preciosa obra poética y pictórica que la sitúan al lado de los artistas universales.
Durante más de seis años --mientras investigaba para escribir mi libro-- viví y respiré la energía de Juana Borrero, me convertí en ella, me nutrí con su obra, sus cartas, sus dibujos y pinturas, de tal modo que llegué a pensar que yo era su reencarnación. Y así se lo pregunté a mi maestro espiritual, José López del Río. "No --me dijo una mañana calurosa, en su casa de Marianao--. Tú eres otra". Pero no me atreví a preguntarle quién. Hoy lo lamento.
El viernes, mi amigo José Lorenzo Fuentes, presentó su nuevo libro Las vidas de Arelys, en la tertulia que organiza el poeta Joaquín Gálves en el Café Demetrio. Junto al novelista estaba Arelys Cubero, la joven a quien José Lorenzo ayudó a conocer sus vidas pasadas, realizando varias regresiones. Arelys habló en aquellas sesiones de auto hipnosis de haber sido Carmen Sylva, una escritora que vivía en un palacio. Pero nadie conocía a esa escritora, de modo que José Lorenzo tuvo que recurrir al internet y a amigos bibliotecarios, hasta que logró saber, no sin gran
esfuerzo, la verdadera identidad de ese personaje, que no era otro que la reina de Rumanía, también escritora, Isabel de Weid. De esa regresión nacería lo que es ahora esa novela extraordinaria, Las vidas de Arelys. Un texto singular, escrito por uno de los grandes escritores cubanos, residente en Miami.
José Lorenzo Fuentes a su vez, ha estudiado a profundidad los temas esotéricos, y ha escrito un libro sobre meditación, arte que practica y que lo mantiene joven a sus 82 años.
Fueron él, y Lida, su compañera de tantos años, y ángel inolvidable, quienes me llevaron a conocer a Joseíto. Habían llegado primero que yo, y me esperaban a un costado de la casa del Maestro. Recuerdo la emoción con que el anciano me tomó la mano y comenzó a leérmela, como si se tratase de un libro abierto, y luego me bendijo. Era mediados del año 1967, todavía estaba viva su esposa, una anciana pequeña y delgada, que permanecía enfrascada en alguna tarea, en la saleta comedor. "Estás divorciada, tendrás dos hijos. Por el momento, no habrá viajes largos para ti". Y así fue. Acertó en todo, y acertaría luego en cada una de mis sucesivas visitas, mientras intentaba calmar mi ansiedad de aquellos años, colocándome la mano sobre la cabeza y repitiendo en voz alta con fervor la Gran Invocación de los teósofos: "Desde un punto de luz..."
Joseíto se adelantó también a la era de la tecnología y a veces, ante mi urgencia y ataques de pánico, solía invocar a Dios en mi ayuda, usando el teléfono, luego de pedirme que cerrara los ojos e imaginara que su mano descansaba sobre mi cabeza mientras repetía aquella oración.
Durante su larga y extraordinaria vida, Joseíto fue sacerdote de la Iglesia Católica Liberal, teósofo, medium, practicante del yoga, y ser espiritual siempre, capaz de realizar viajes astrales a cualquier sitio del planeta y el espacio sideral: un yogi al estilo cubano, un maestro, que vivió hasta los 102 años. Murió mientras yo residía en Madrid, y recuerdo cómo, sintiendo su presencia a mi lado, comencé con desesperación a llamarlo por teléfono a su casa habanera. Había partido junto a Dios y yo lo presentía.
Gran amigo de Mercita Borrero, la hermana de Juana y única sobreviviente de la familia, fue ella quien -- me comentó un día--, le había cosido los hábitos sacerdotales para la ceremonia de iniciación en la iglesia Católica Liberal. Y como él, Mercita vivía leyendo a los grandes teósofos y visionarios de la época. Muchas de esos libros me alimentaron también a mí durante los años setenta en Cuba, años de cambios fundamentales en mi vida, y esos textos me permitieron controlar mis miedos y meterme de lleno en las corrientes espirituales que llegaban entonces a través de estos dos seres prodigiosos: José López del Río y Mercita Borrero. La personalidad extraordinaria de este Maestro pronto captó también para sus filas de amigos eternos al poeta Heberto Padilla, quien sin ser un creyente, se aficionó a visitarlo y conversar durante largas horas. Incluso, Heberto le escribió un poema.
Celebro hoy el cumpleaños 133 de mi querida Juana Borrero, un ser que no ha dejado de protegerme nunca y de abrir caminos para mí. En la sala de mi casa tiene hoy su vaso de agua, incienso y su retrato, al igual que un ejemplar del libro que escribí sobre ella, El clavel y la rosa. Su espíritu protector me ha permitido vencer situaciones muy difíciles. Fue ella quien estando yo completamente marginada como escritora, condenada al ostracismo en la Unión de Esctritores (donde trabajaba), en 1976 le susurró al oido al poeta Nicolás Guillén que yo debería escribir un artículo sobre el 80 aniversario de su muerte, y luego otro sobre el centenario de su nacimiento, en 1977. Ambos fueron publicados en La Gaceta de Cuba de la UNEAC, que presidía Guillén, un milagro, luego de más de cinco años sin permitírseme publicar una letra en mi país.
Fue también el espíritu de Juana quien logró, sin yo proponérmelo, que mi manuscrito de El clavel y la rosa (biografía novelada de Juana Borrero), fuera publicado en 1984 por el Instituto de Cooperación Ibeoramericana de España, libro que no ha podido ser borrado en Cuba de la bibliografía de la artista, y que en su momento tuvo el aval de dos de los grandes especialistas en el tema, Cinto Vitier y Fina García Marruz.
Durante años, como les decía, respiré la atmósfera de esa casa que conservaba viva a Juana, el hogar de Mercita y su esposo, el pintor Ramón Loy. En ese ambiente, en el que me sentía tan a gusto, a pesar de la diferencia extraordinaria de edad, pues Mercita ya pasaba de los 80 y yo apenas si tenía veinte y tantos, me metí de cabeza no sólo en el mundo de Juana, sino en el del esoterismo y la teosofía, y mi vida se enriqueció espiritualmente con la lectura de textos fundamentales.
Epoca en que me dediqué con pasión a reconstruir el entorno de Juana, husmeando en cuanto archivo existía en La Habana y alimentándome con las cartas de amor a su novio, el también poeta Carlos Pío Uhrbach. Fui yo quien logró empatar los hilos de esas existencias a las que el destino les tenía deparados un final único y de seguro esplendoroso, aunque triste: la muerte prematura que los uniría para siempre en el firmamento. "Ya no estamos en la misma tierra --diría Carlos Pío Uhrbach, tras conocer la muerte de su amada--, pero sí en el mismo cielo, el del amor".
Y fui yo, quien llevada por mi amor a aquellos seres, no descansé día y noche en armar lo que parecía imposible: los detalles de sus vidas y sus muertes, más allá de todo documento, utilizando a ratos mis facultades extra sensoriales. Fechas reales de nacimiento, pormenores de sus dos viajes a New York, vida en Cayo Hueso tras el destierro de la familia, los momentos finales, y luego la visita del novio a la tumba de la ausente, eso y más... El 17 de diciembre de 1897, moría en la manigua cubana, con el grado de teniente coroneal, Carlos Pío Uhrbach, y su cadáver se perdería para siempre... hasta que yo di con su defunción en un sitio de Las Villas. Su secreta incorporación a la lucha por la independencia de Cuba fue el motivo que le impidió reunirse con ella, a pesar de que Juana le rogaba que viniese a verla a Cayo Hueso. Cumpliendo una encomienda secreta del general Antonio Maceo, logra llegar a Estados Unidos cuando el encuentro físico ya es imposible, y visita su tumba. !Qué triste debió ser ese momento para el amante inconsolable! Pude imaginarme la escena en detalle porque conservo un periodico de Cayo Hueso de ese año, que publicaban los cubanos de la emigración.
Juana Borrero está aquí siempre en mi casa, me acompaña, no como una sombra más, sino como un espíritu poderoso, al igual que Mercita. Sus dibujos infantiles forman parte también de mi colección y algunas de sus pertenencias, como el anillo de compromiso que le dió Carlos Pío Uhbrach. Son mis tesoros: ahí está la energía eterna de su ángel y de su amor.
!Feliz cumpleaños, Juanita!

Estas fotos fueron tomadas en la presentación del libro Las vidas de Arelys, de José Lorenzo Fuentes, en la tertulia del Café Demetrio, de Coral Gables. Gracias a Joaquín Gálvez por invitarme y propiciar este encuentro con mi viejo y querido amigo José Lorenzo Fuentes. Más sobre esta presentación en el blog de Joaquín Galvez, http://laotraesquinadelaspalabras.blogspot.com/


Sunday, May 09, 2010

Prosa de embarazada


Durante los meses de espera. a que naciera mi hijo Ernesto, comemcé a escribir el texto de lo que sería mi libro La buena memoria
, todavía en proceso de ponerle punto final. Esta parte del libro se llama *Prosa de embarazada*, y recoge aspectos de nuestra vida en La Habana, prácticamente en cautiverio por la Seguridad del Estado, y mis temores y terrores durante este tiempo. Aquí les pongo una pequeña muestra del mismo. Y lo acompaño con las fotos de mi familia, para honrar de algún modo a las madres que descienden de mí. No tengo a mano fotos de mi madre ni de mi abuela, ésas dos mujeres que están siempre presentes en mi vida.

A todas, un beso y muchas bendiciones.


Viernes, 26 de mayo de 1972
Hace unos días le decía por teléfono a un amigo que probablemente estoy preparada para todo. Cuando este niño nazca esperaré impaciente la noticia: un niño sin cabeza. El se ha reido tanto, mientras yo lloraba, porque no es cierto, no estoy preparada para nada en la vida.
Esto me lo enseñaron mis ancestros espectrales, de ellos aprendí a tartamudear mentalmente, a sonreir en un rictus que expresa cualquier cosa. Reir y llorar. Lloro por nada, ¿pero cómo no voy a llorar ? La siquiatra (de la Seguridad del Estado) me ha propuesto *la salud mental* para mí y para mi feto, que otra cosa es imposible, dice, que me resigne. Una mujer puede ser también un ser extraño y lejano, odioso a ratos con las otras. Lo digo por la siquiatra, por su mirada dura, acusadora, increiblemente inhumana.
Cree tener motivos, todos los motivos del mundo. Una mujer en mi estado mental --repite--, no puede darse el lujo de tener otro hijo.
Yo no pedí nacer. Ahora tendré que morir. Pero a nadie le preocupa parir hijos para la muerte, echarlos al mundo de la conciencia. Por eso, los estados mentales me importan un comino. Soy hija de mi mundo. Qué me aguanten, qué me sufran. La siquiatra no es honesta, lo sé; sus intereses son políticos. La Seguridad del Estado no quiere que este hijo de Heberto y mío nazca. Quieren aplicar con mi feto la cámara de gas por anticipado, como si sospecharan que sólo puedo dar enemigos...
Hablo de mí todo el tiempo, lo siento, pero podría hablar de los demás. ¿De quién, por ejemplo, sin comprometerme demasiado? Se me acusa de esto y de mucho ás. Se trata del Ego, pero el mío lo hice trizas. Me lo exigían los otros. Ellos impiden a veces este diario, pues me lanzo en su búsqueda. Mi pobre Ego. La soledad me horroriza. Si se supiera que leo, desde esta Isla, los anuncios del New Stateman y The Spectator, de Londres (cuando irregularmente llegan a la biblioteca de mi trabajo) en busca de *la llamada*, me ccreerían completamente loca. Allí, entre líneas, se anuncian los tontos, y los mediocres y los angustiados. Me busco entre ellos, deseosa de conocer el alcance de mi grito. Todavía hay gente romántica en el mundo que busca amor, amigos y simpatía, o compañía de viaje. Hay viejos, hombres entusiastas, que desean ir con alguien a Marrueco; o niños de dos años atacados de cáncer; mujeres altas que desean sólo hombres altos; gente que busca su pareja: en fin, entre ellos y yo existe un extraño lazo: la ansiedad.